lunes, 23 de mayo de 2011

La Red Social

Cumpliendo con la misión que nos encargó Patricia Ávila en el último chat de ‘Didáctica de la Educomunicación’, que fue hacer un comentario personal sobre la película ‘La Red Social’, dirigida por David Fincher, me dispongo a hacer algunos apuntes sobre ella.
Lo cierto es que ví la película allá por Navidad, por lo que, en vez de centrarme en detalles sobre el argumento que posiblemente se me vayan a olvidar, intentaré hacer una lectura desde los contenidos de la asignatura.


El primero tiene que ver con el modelo comunicativo. Desde que comienza la cinta, 'La Red Social' nos presenta diferentes formas de comunicación que existen en internet. De hecho, el primer intento del protagonista, el cofundador de Facebook, Mark Zuckerberg, por crear un espacio digital innovador tiene más de modelo matemático que de dialógico. La primera página que diseña –al comienzo de la película- permite únicamente que los usuarios elijan entre varias fotografías de chicas universitarias y den su voto por la que consideran más atractiva (izquierda o derecha, tan sencilla es la ecuación), lo que puede considerarse como un sistema bastante limitado de comunicación, además de cómo un acto un tanto machista. En este sentido, la invención de Zuckerberg al principio emularía otras tantas páginas en las que el usuario no puede modificar, ni comentar, ni crear a partir de los contenidos expuestos en un sitio web. El emisor tiene toda la palabra y al receptor no le queda otra que aceptar las posibilidades que se le ofrezcan.

Junto al modelo representado por este primer intento (llamado Facemash), también asistimos a otros que se acercarían más a la verdadera noción de comunicación, aquella en la que el proceso se desarrolla en ambas direcciones, de una forma, si se quiere decir, mucho más igualitaria entre emisor y receptor. Vemos a Zuckerberg escribiendo en su propio blog –una herramienta 2.0 que, pese a que concede una gran importancia al autor/emisor de la bitácora, también sirve de soporte para un diálogo asincrónico con otros lectores,- y al final, dando luz a una red social en la que hay un alto grado de interactividad y de intercambio de mensajes entre los diferentes usuarios. Tanto es así que a veces es difícil distinguir quién es más emisor, si aquel que abrió la caja de los truenos publicando un mensaje o aquellos contactos que lo comentan hasta apropiárselo en cierta manera. En cualquier caso, la película proyecta, a pequeña escala, los cambios que se han producido de un tiempo a esta parte en las comunicaciones a través de internet. Ahora estamos en un punto en el que los modelos dialógicos llevan la voz cantante (sólo hay que ver el número de usuarios de redes como Twitter, Tuenti o Youtube basadas en la influencia entre internautas), aunque éstos siguen coexistiendo con otros más propios de la era Gutenberg que mantienen el relato único y autoritario creado por el sujeto emisor.

Al margen de este aspecto comunicacional, la película se detiene más en el proceso judicial y en las negociaciones habidas entre los diferentes actores intervinientes en la invención de Facebook que en profundizar en otros factores importantes como podría ser la convergencia de medios.

Aunque en un primer momento lo que guía el nacimiento de Facebook es la intención de que los jóvenes tengan un lugar común para fomentar sus relaciones sociales, lo cierto es que hoy en día esta red social no se puede entender sin el lenguaje multimedia que se opera en él, combinando texto, fotografía, vídeos, videojuegos, grabaciones radiofónicas, enlaces y un largo etcétera de medios que en el pasado pertenecían a un único y exclusivo soporte. Esa variedad de alternativas audiovisuales hacen que Facebook no sólo se haya convertido en el medio de comunicación con mayor número de pseudosuscriptores en el mundo, sino también en el principal canalizador de las múltiples narrativas que tenemos al alcance de la mano. Con una mirada a nuestro perfil o al de otros usuarios, nos daremos cuenta de que el discurso en Facebook integra todos los formatos de expresión de los últimos siglos, demostrando que todos ellos pueden complementarse, enriquecerse y ser entendidos dentro de un relato íntegro y global.

En definitiva, la película de 'La Red Social', más allá de poner sobre las mesas las vicisitudes de sus creadores y el ambiente social universitario en el que se gestó esta red social, constituye un buen ejemplo para entender que las nuevas tecnologías en parte han determinado que nosotros, los usuarios, podamos construir un diálogo más fluido y democrático con nuestros semejantes sin necesidad de vernos cara a cara con ellos. Redes sociales como Facebook han venido a ampliar un espacio -el de la puesta en común, la interacción, la ambivalencia de las partes comunicantes- que antes sólo se daba en la calle, cuando conversábamos, jugábamos o comentábamos fotos con nuestros amigos más próximos. Como dice Jose Luis Orihuela en una entrevista en la página Gente Digital, "la tendencia es hacia una tecnología cada vez más transparente, a unas interfaces que en lugar de alejarnos de la realidad se parezcan cada vez más a ella".

http://www.gentedigital.es/blogs/gentedeinternet/32/blog-post/585/j-l-orihuela-ya-era-hora-de-que-los-medios-comenzaran-a-reconocer-que-tienen-que-reinventarse/

Bien porque aún no había llegado la web social o bien por falta de interés por parte de los poderes políticos-económicos-mediáticos en fomentar una comunicación real a dos o más bandas, la tecnología hasta hace poco no nos daba la oportunidad de trasladar ese diálogo a un mundo virtual. Por tanto, es conveniente resaltar que, tanto desde el concepto de modelo comunicativo como desde la convergencia de medios, páginas como Facebook han revolucionado, a un nivel técnico, las interrelaciones entre seres humanos. No obstante, este alto grado de interactividad no garantiza que el uso que se haga de redes como ésta siempre sea adecuado y desarrolle efectivamente la comunicación entre personas. Detrás de la máquina, puede haber personas, como así aparece el cofundador de Facebook ante los ojos de los espectadores de la película, aisladas, egocéntricas y con buenas dosis de pensamiento de emisor anticomunicativo.